Historia de la belleza a cargo de Umberto Eco
El objeto bello lo es en virtud de su forma, que satisface los sentidos, especialmente la vista y el oído. Pero no son solo los aspectos perceptibles por los sentidos los que expresan la belleza del objeto: en el caso del cuerpo humano también desempeñan un papel importante las cualidades del alma y del carácter, que son percibidas con los ojos de la mente más que con los del cuerpo.
Sócrates distingue al menos tres categorías estéticas distintas: La belleza ideal, que representa la naturaleza a través de una composición de las partes; la belleza espiritual, que expresa el alma a través de la mirada, y la belleza útil o funcional.
Para Platón, la belleza tiene una existencia autónoma, distinta del soporte físico que accidentalmente la expresa; no está vinculada por tanto, a uno u otro objeto sensible, sino que resplandece en todas partes.
Reglas en las que se basa el sentido general griego de la belleza, de acuerdo con una visión del mundo que interpreta el orden y la armonía como aquello que pone un límite al -bostezante caos- de cuya garganta brotó, según Hesíodo, el mundo:
– Lo más exacto es lo más bello.
– Respeta el límite.
– Odia la hybris (insolencia).
– De nada demasiado.
En oposición a estas reglas aparece Dionisos, Dios del caos y de la desenfrenada infracción de todas las reglas.
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